Monday, April 09, 2007

El papel higiénico como elemento de estudio
La siguiente teoría no es de mi autoría. La idea original fue desarrollada en una conferencia a la que asistí hace un par de años, en la que el expositor (no recuerdo el nombre) hablaba de una reconocida cadena hotelera (tampoco la recuerdo) y de sus esfuerzos por retener clientes a toda costa.

En su maratónica cruzada, la cadena hotelera se preocupaba por dar a sus clientes comodidades personalizadas.

¿El señor quiere agua? Si abre la nevera de la habitación encontrará la marca que le gusta, en el tipo de botella de su preferencia y a la temperatura que su paladar designa como ideal. El sistema del hotel tenía toda la información de las preferencias de sus clientes.

Tal afición llevó a la cadena hotelera a hacer una encuesta que, a la fecha, ejecuto a cuanto amigo me encuentro en MSN: ¿El señor desea el papel higiénico hacia arriba o hacia abajo?

Visualice su humanidad en posición de relajación muscular, con el adminículo de aseo a escasos centímetros de su mano. ¿Cómo le gustaría encontrarlo? ¿Con la punta hacia arriba o hacia abajo?

Personalmente, lo tengo clarísimo: hacia abajo.

Ahora, la verdadera cuestión radica en que el hotel basó su sistema de colocación de papel higiénico según las respuestas de la encuesta. Lo que nunca sabremos es si su tasa de retención de clientes aumentó por ello.

Creo que la cotidianidad acaba con este estudio. Por ejemplo, en la casa de mis suegros siempre ponen el papel hacia abajo. Por otra parte, mi esposa no se preocupa por aplicar teorías de mercadeo de cadenas hoteleras en este mismo acto.

Salvo excepciones apocalípticas, procuro que las descargas en la casa de mis suegros sean eminentemente verbales, por más tentadora que resulte su estrategia involuntaria de retención.

Thursday, March 15, 2007

Yo sé por qué el hombre inventó el cigarrillo

¿Quién se inventó el cigarrillo? No conteste esta pregunta aduciendo a culturas antiguas o civilizaciones de antaño. No me refiero a la época, sino a la persona. ¿Quién fue el primero que dijo: "voy a enrollar una hoja de esa mata, le voy a meter candela por una punta y a chupar por la otra, sin importar lo que pase"?

Definitivamente, sería más fácil hacer el monumento a "el vicioso desconocido" que encontrar la respuesta.

Después de mucho meditar comprendí que nunca sabré el nombre de quien inventó tan delicioso pecado, pero también entendí, con claridad evangélica, la razón verdadera por la que fue concebido el cigarrillo.

La pregunta es sencilla: De todos los cigarrillos que una persona se fuma a lo largo de su vida, ¿cuál proporciona mayor placer?

Muchas situaciones se podrían catalogar como "finalistas" en este concurso de satisfacción: Delicioso después del almuerzo, exquisito con una cerveza, espectacular en una mañana fría y perfecto con un café.

Aún así, la realidad es transparente y clara como el agua: el cigarrillo que más placer produce es el que se fuma después del sexo. ¡Y el que me contradiga nunca ha fumado o es virgen!

Además, la particular situación realza su carácter de objeto dañino, porque después de realizar una actividad física que requiere un esfuerzo cardiovascular considerable, lo más natural es optar por el reposo, y no llenarse los pulmones de humo.

Wednesday, February 14, 2007

Al pan, pan y al peso, peso

Todo comenzó con mi primer viaje a Cartagena. Un amigo que me llevó al aeropuerto me advirtió acerca de la lucidez de los nativos para negociar los traslados del transporte público privilegiado: “No vaya a dejar que le cobren más de 4.000 pesos del aeropuerto al hotel”.

A mi salida del Aeropuerto Internacional de Cartagena un amable taxista subió mis maletas al baúl de “teresita”, pero antes de que pudiera darme la bienvenida a su ciudad, me le adelanté: “¿Cuánto hasta el hotel?”, dije con firmeza. “Pues tres barras”, contestó el oriundo con ligeras dificultades para pronunciar la “ese”.

Convencido de mi victoria subí al vehículo que en pocos minutos me dejó en la entrada del hotel.

“Listo mi hermano, son 9.000 pesos”, dijo el conductor mientras bajaba mis maletas.

“¿No me dijo que eran tres barras?”, cuestioné, intentando cambiar mi resignación por ira.

“¡Claro broder!”, contestó. “Cada barra son tres lucas”.

¿En qué momento el popular peso colombiano cambia de nombre dependiendo de la geografía, el estrato social o la edad de las personas?

No he podido descubrir bajo qué parámetros se modifica la moneda nacional, pero estoy comenzando a entender la dinámica económica. Hace unas semanas fui a un bar, compré medio paquete de cigarrillos por dosmilqui, dos cervezas por tresmilqui cada una y pagué con un billete de 10 lucas. Me sobró un quini para el pelado que me cuidó el carro.

Friday, January 26, 2007

Las medidas que no importan

¿Cuánto pesó su desayuno de hoy? ¿cuántos gramos de carne hacen que una hamburguesa sea grande? ¿cuántas onzas de gaseosa caben en un vaso grande?

Personalmente, no sé y no me importa. Mejor preguntemos algo lógico: ¿por qué las cadenas de comida rápida esperan que sus clientes se conviertan de la noche a la mañana en conocedores de este tipo de temas?

Dos ejemplos claros. Hace unas semanas fui a Juan Valdez con mi jefe. Después de ver que habían cambiado los tamaños de los vasos, la cajera hizo varios intentos por explicarnos que las modificaciones nos beneficiaban. Su diálogo, tan cordial como inútil, estuvo cargado de frases como: “ahora el mediano es mejor, porque es de 12 onzas” o “el grande ya no es el más grande, porque es 3 onzas más pequeño que el jumbo”.

Días después fui a almorzar a El Corral. Después de ver un menú con cientos de opciones señalé la fotografía con mayor resolución, no sin antes preguntar si la porción era generosa. “¡Por supuesto!”, contestó el muchacho de la caja. “Es una carne de 125 gramos”.

¿Qué se supone que significa eso? ¿Cuál es el gramaje que mide la generosidad de una hamburguesa? ¿Cuántas onzas de café se deben pedir por cada 25 gramos de pan? Si van a hablar en navajo sugiero que cambiemos las preguntas y los cuestionemos en sus mismos términos.

La próxima vez que me digan que una hamburguesa es de un cuarto de libra, voy a preguntar: “Bueno, sabiendo que soy un varón de 26 años y contextura media, ¿cuántos centímetros cúbicos de estómago considera que ocupará dicha hamburguesa y en cuántos cuartos de hora me volverá a dar hambre?”.