Thursday, September 24, 2009


La atracción y la ignorancia

La fuerza de atracción es fascinante, pero la relativa a la física, no al libro El Secreto y su tema de superación personal. Por eso los imanes se llevan el premio mayor en la categoría de utensilios de hechicería manipulados en la escuela básica primaria.

Aún recuerdo las clases en las que llevaba al colegio un imán y un frasquito con una especie de metal en polvo. Pocos minutos después de iniciar la clase, las partículas bailaban sobre una hoja de papel, siguiendo los movimientos que el imán trazaba al otro lado de la hoja. ¡Brujería, señores! Eso representaba para mí un imán: la solidificación de la magia.

Esas clases tuvieron aspectos positivos y negativos. Conocí varias explicaciones físicas, pero también perdí un puñado de inocencia.

Grande fue mi decepción cuando supe que los imanes no son los objetos enormes que el coyote amarró a unos patines para perseguir al correcaminos, ni las herraduras rojas con blanco que Bugs Bunny metía en los pantalones de Helmer. Tampoco eran tan fuertes como para quitarle los enchapes a una casa, ni lanzaban rayos amarillos con manos que atrapaban objetos metálicos.

Eran simples discos negros que se pegaban a las patas del pupitre.

Por eso la magia es cautivadora, porque nos mantiene ignorantes. Un niño puede jugar con un imán por días, tal vez por semanas, pero al final su lugar en la casa siempre será el mismo: en la nevera, sosteniendo un examen sobresaliente, una foto o una canasta miniatura con frutas cristalizadas (el lugar del imán, no del niño).

Pero ahora, muchos años después de hacer el experimento, los imanes se han reivindicado conmigo. Han recuperado su perfil misterioso, casi oscuro. Lo único que cambió es que ahora soy ignorante en otro sentido.

Sé lo que hace un imán, pero ¿dónde lo consigo? Si por alguna misteriosa razón llego a necesitar un imán con extrema urgencia, ¿dónde lo compro? Si mi hijo me dice: “Papi, mañana tengo que llevar un imán al colegio”, ¿salgo de la oficina y para dónde agarro?

Tal vez esa es la información que se devela en el libro El Secreto.


Wednesday, September 16, 2009

La onomatopeya / The onomatopoeia

Muchas conversaciones en avanzado estado de alicoramiento aterrizan en este blog. Gracias a una duda estúpida, recientemente se entabló con mis borrachos favoritos un debate aún más estúpido: Cuando uno escribe en MSN “jaja”, ¿en verdad se está riendo?

Tal vez no. Tal vez escribimos “jaja” porque algo nos parece gracioso, y no necesariamente estamos doblados de la risa frente a la pantalla. Tal vez cuando escribimos “jaja” simplemente estamos sonriendo, y en dado caso deberíamos usar la carita sonriente (dos puntos seguidos por un paréntesis de cierre).

Yo escribo “jeje”, porque suena más natural. El “jaja” es exagerado, suena a risa grabada, tipo Friends o El Chavo. Eso sí, nunca uso el “jojo”, porque es muy navideño, ni el “juju”, porque nadie se ríe así. El “jiji” es aceptable, aunque es una risa pequeñita, sugestiva, hasta maquiavélica.

Pero además de los jajás, jejés, jijís, jojós y jujús (ojo al plural tildado) he encontrado sus equivalentes en inglés, en los comentarios de los videos de YouTube. Estas abreviaciones no son simples onomatopeyas, sino historias completas. Admito que tuve que hacer curso
para entender muchas siglas que, al final, representan básicamente lo mismo.

A continuación, una pequeña tabla de equivalencias sigla / significado / traducción. Por su puesto, la traducción no es literal, pero se acerca mucho a la sensación que se busca transmitir. Ustedes sabrán perdonar las groserías (en inglés y en español):

LOL: Laughing out Loud: Riéndome duro
ROFL: Rolling on Floor Laughing: Riéndome y dando vueltas en el piso
OMG: Oh My God: ¡Ay por Dios!
OMFG: Oh My Fucking God: ¡Ay juemadre, por Dios!
WTF: What the Fuck: ¿Que qué? o ¡Qué hijuemadres!
ROFLMFAO: Rolling On Floor Laughing My Fucking Ass Off: Cagado de la risa, dando vueltas en el piso.

Wednesday, September 09, 2009

Mi amigo hace vaginoplastias

Cuando mi amigo me mostró su tarjeta de presentación pensé que había abandonado la medicina para iniciar su carrera de “chulo” y montar un prostíbulo. Una mujer desnuda enmarcaba sus datos personales (los de mi amigo).

La letra menuda aclaró mis dudas “Pepito Pérez, cirujano gineco-obstetra”. Al respaldo, en el listado de servicios, decía “vaginoplastias”.

Para los que no estén familiarizados con el tema (no, mi querido saltamontes, no son vaginas de plastilina), se trata del procedimiento quirúrgico mediante el cual se rejuvenece el órgano sexual femenino.

Luego supe que una mujer puede reducir sus labios menores (nifectomía) o disminuir el tamaño (casi digo envergadura) de su canal vaginal. También es posible restaurar el himen, que suele perderse entre los 14 y los 17 años, en la mayoría de los casos.

También supe que es un procedimiento muy solicitado, pero aún no alcanza la popularidad de la mamoplastia. ¿Por qué? La pregunta tendría que hacerse a mujeres y hombres por igual:

Señorita, señora: ¿Usted preferiría hacerse una mamoplastia o una vaginoplastia? ¡Fácil! Creo que las mujeres se inclinan por la primera opción, porque es pública. Cualquier retoque es doblemente bueno si la sociedad puede admirarlo o envidiarlo.

Ahora démosle la vuelta a la pregunta. Señor, ¿preferiría que su novia/esposa/amante se hiciera una mamoplastia o una vaginoplastia? La respuesta ya no es tan sencilla. ¿Usted prefiere que el vulgo admire los (dos) frutos de la cirugía? ¿O prefiere disfrutar el retoque en la comodidad del anonimato?

La respuesta más creativa recibirá un 15% de descuento en nifectomías. Aplican condiciones y restricciones.

Wednesday, September 02, 2009

Los vocablos prohibidos

En Bogotá una persona “pela el cobre” cuando evidencia su origen humilde tras proferir un vocablo comúnmente censurado por la alta alcurnia capitalina. Ejemplo: Ante el enunciado “páseme el peine para el cabello, que está en el bolso” el hablador recibe una mueca de desagrado.

La razón es simple, pero poco lógica. Para un bogotano de “buena cuna” las palabras peine, bolso y cabello tienen una frecuencia de onda que hiere el oído medio y genera un rechazo social automático. Lo correcto sería decir “páseme la peinilla para el pelo, que está en la cartera”. ¡No entraremos a discutir lo correcto o incorrecto que es llevar una peinilla en la cartera! Tampoco nos detendremos en la construcción de la frase. Concentrémonos en la forma, no en el fondo, y pongamos como ejemplo la dualidad cartera versus bolso.

Según la RAE:

Cartera: Objeto de forma cuadrangular hecho de cuero u otra materia generalmente flexible, que se usa para llevar en su interior documentos, papeles, libros, etc.

Bolso: Bolsa de mano generalmente pequeña, de cuero, tela u otras materias, provista de cierre y frecuentemente de asa, usada especialmente por las mujeres para llevar dinero, documentos, objetos de uso personal, etc.


De acuerdo con lo anterior, la palabra bolso define mejor el objeto del ejemplo, y cartera viene siendo sinónimo de billetera.

Conclusión. La Real Academia de la Lengua, máxima instancia del idioma español, aprueba que usted, jovencita, diga bolso cuantas veces le dé la gana. Pero trate de no hacerlo en el cuadrante comprendido entre las calles 72 y 100, y las carreras 15 y 7, o podría terminar crucificada en el parque de la 93.


Seguramente, las niñas del Femenino y los niños del Moderno no demoran en tramitar un proyecto de ley para dar cárcel a quienes profieran estos vocablos prohibidos.

Hasta entonces, mi querida niña, atropelle el elitismo con tranquilidad, porque el diccionario aplaude con entusiasmo su chabacanería.