Wednesday, November 30, 2011

Un hombre en una tienda de Victoria Secret

Mi mamá me pidió que le comprara unas cremas de Victoria Secret. O no exactamente unas cremas, sino unos líquidos con atomizador que me recuerdan la laca que ella se ponía en el pelo para ir a trabajar, hace ya dos lustros.

- Tráeme unos splash que se llaman algo con ámbar-, me dijo.
- ¿Algo con ámbar?-.
- Sí. Como Amber Love, Amber Seduction, Amber Spell, Sexy Amber-, y siguió, con una retahíla de palabras sugestivas que uno no espera que salgan de la boca de la mamá.

No sería la primera vez que pondría un pie en una tienda de Victoria Secret. En varias ocasiones he acompañado a amigas a comprar ungüentos, tangas y sostenes. Incluso acompañé a un amigo, quien en un ofensivo intento por adivinar la talla de calzones de su novia, no tuvo reparo en ceñir unos cacheteros rosados con encaje sobre mi pelvis. Pero esa es otra historia. Sigamos.

Fui a la tienda y encontré una botella con un líquido amarillo. En la etiqueta decía “Amber Romance”. Me aseguré de que fuera el único splash de ámbar y compré varias botellas.

- Mira. Este es tu recibo, y con este código puedes llenar una encuesta en nuestra página web-, me dijo la cajera, mientras empacaba las botellitas en dos bolsas rosadas, y subrayaba un código en la parte inferior de la factura.

A cambio de llenar una encuesta de satisfacción, Victoria Secret me regalaba un bono de diez dólares para mi próxima compra de más de 50 dólares. “Seguramente me servirá. Esta vez fue Amber Romance, mañana puede ser Love Spell”, dije, en un tono mental muy poco varonil, mientras me dirigía hacia el parqueadero con una bolsa rosada en cada mano.

Efectivamente, mi mamá me pidió más cremas de Victoria Secret. Busqué el recibo e ingresé a la página web. Como era de esperarse, la encuesta estaba diseñada para mujeres. Reproduzco a continuación algunas preguntas, con mis respectivas respuestas mentales.

¿Encontraste todo lo que buscabas?
Sí.

¿Se te acercó una vendedora de VS para ayudarte?
Sí.

¿Te ofreció asesoría de Bra Fitting, o ya conocías previamente la talla de tu busto?
Emmm… pueees…

Cuál de las siguientes opciones describe mejor la razón por la que no recibiste una medida de busto:
¿Te midieron el busto en los últimos seis meses?

No, que yo me acuerde.
¿Conocías previamente tu talla de busto?
Tampoco.
¿No tenías tiempo?
Bueno, en realidad sí tenía tiempo.
¿Otra razón?
Sí. Definitivamente.

Por favor describe brevemente por qué estás altamente satisfecha con tu visita.
Sólo denme el cupón y déjenme salir de aquí.

¿Te ofrecieron la tarjeta de crédito Ángel?

No.
¿Estás interesada en tenerla?

No
¿Por qué?
No me imagino pagando nada con una tarjeta de crédito rosada, y de Victoria Secret.

Al finalizar me dieron un código que debía escribir en el recibo. Fui a la tienda por segunda vez en una semana, hice la compra, entregué la antigua factura y recibí un papel con la información.

- Esta encuesta no es muy amigable con sus clientes hombres-, le dije a la cajera, sacudiendo el recibo.
- Debe ser porque es para sacar una tarjeta de crédito para comprar ropa interior femenina-, me contestó, en una clara burla.
- Y sostenes-, dijo la cajera de al lado.
- Y artículos de belleza-, agregó la cajera del otro lado.
- Y biquinis, y pijamas para mujer-, remató mi cajera.
- ¡Y zapatos!-, gritó una más, uniéndose al coro de carcajadas que se agolpaba a mis espaldas, mientras yo salía veloz en dirección al parqueadero. En un trotecito acompasado. Con una bolsa rosada en cada mano.

Thursday, November 17, 2011

El resto del mundo

¿Cómo se imaginarán a Colombia los que nunca han salido de Estados Unidos? ¿Cómo serán las calles de Bogotá, de Medellín o de Cali para quienes han vivido toda su vida en suburbios, y no leen ni ven noticias?

Esas preguntas me surgieron hace poco, debido a las reacciones de muchos amigos que, aunque son hijos de latinoamericanos, lo más cerca que han estado del cono sur (y de Cuba) es en los Cayos de la Florida.

No son todos, hay que decirlo. Muchos estadounidenses son educados, han viajado, leen, conocen el mundo. Pero muchos otros creen que viven en el único foco de civilización de América, y que Colombia es una extensión de jungla que se encuentra en un lugar recóndito del sur.

Tres historias. Estaba con unos amigos tomando cerveza en un bar, cuando por alguna extraña razón alguien hizo un comentario sobre el rapero Eminem. Automáticamente se me vino a la cabeza la canción “Without me”, y canté en voz alta “Guess who’s back, back again… Guess who’s back, guess who’s back, guess who’s back, guess who’s back, guess who’s back, guess who’s back, guess who’s back, nanana”. Nos reímos de cómo traté de hacer una fallida escala, llegando a tonos demasiado graves para mi voz. El chiste pasó, pero una alegre estadounidense de padres cubanos hizo alarde de su ignorancia.

- Pensé que llevabas poco tiempo en Estados Unidos-, me dijo.
- Sí, llevo un año, más o menos.
- Es que esa canción es vieja, de hace como diez años.
- Bueno, obviamente sonaba en Colombia.
- ¿Ah sí?
- Sí. En Colombia también tenemos radio.

Me costó explicarle que en la jungla no solo conocemos los sonidos que producimos con nuestros cuerpos, cocos, flautillas de huesos de animales y un sinfín de instrumentos que fabricamos con elementos de la selva.

Segunda. Hablaba con unos amigos sobre restaurantes de comida rápida. Cada uno defendía a su favorito y condenaba a la competencia. Burger King, Wendy’s, Taco Bell y KFC entraron en la contienda.

- ¿A ti te gusta McDonald’s?-, me preguntó una amiga.
- El de Colombia, no el de acá. El sabor es el mismo, pero las hamburguesas del McDonald’s de acá tienen mucha grasa.
- ¿Cómo así? ¿En Colombia hay McDonald’s?

Dediqué varios minutos a decirle que en Colombia no comemos únicamente los frutos que bajamos de los árboles, o la carne de los monos que cazamos con nuestras cerbatanas. En nuestros cabildos hemos logrado agrupar recursos alimenticios en chozas designadas, y las llamamos restaurantes.

Última. Fui a la casa de un amigo a ver un partido de baloncesto. Él se encargó de llevar las cervezas. Yo, la pizza. Lo llamé antes de comprarla.

- ¿La quieres con vegetales, carne, pollo, pepperoni?-, le dije, mientras leía las opciones en el menú.
- No, sólo de queso.
- ¿En serio? ¿Sólo queso?
- Sí. Sólo queso. ¿Acaso de qué la ibas a comprar?
- De vegetales.
- ¡Eww! ¡Qué asco!
- OK. Entonces no la compro de vegetales

Después de unos segundos de silencio, mi amigo me dio una solución a nuestro predicamento, aderezada con el toque nacionalista propio de algunos estadounidenses.

- Bueno, no sé como sea en Colombia, pero acá puedes pedir la pizza de dos sabores. Mitad y mitad.

Hubiera podido decirle que en la jungla también nos gusta la pizza de varios sabores, y que la pedimos “de sal o de dulce”, pero el partido estaba por comenzar.

- En Colombia también podemos pedir pizza de dos sabores. Después de varios años hemos desarrollado una tecnología que nos lo permite. Ahí pedí tu pizza de queso. Ojalá te caiga como un culo.