Monday, January 28, 2013

Los años

Nos volvemos viejos. Todos. Diariamente nos acercamos al último de nuestros días. Con respecto a ayer, hoy todos estamos un día más cercanos a la muerte, y nunca hemos estado tan cerca de la muerte como hoy.

Muchas personas, sobre todo mujeres, luchan contra esta inevitable verdad, e intentan con todas sus fuerzas que el paso del tiempo merme sus estragos. Pero no importa cuánto se esfuercen, es una batalla larga que nunca nadie ha ganado.

Debajo de esos galones de crema para las arrugas, de esos miles de dólares invertidos en productos de belleza o de esas costosas cirugías estéticas, sigue viviendo la misma cuarentona o cincuentona con ínfulas de treintañera.

Porque no se es cuarentañera, no señor. Quinceañera, veinteañera, treintañera y ¡pum!, cuarentona. El salto es amargo y cruel.

“Los 40 son los nuevos 30”, dicen algunas. “No, no lo son. Son los 40”, les contesto, con la rotunda verdad.

“A una mujer no se le pregunta la edad”, dicen, creyendo que la ignorancia es el paraíso. ¿Qué creen que va a pasar cuando nos enteremos de su verdadera edad? ¿Nos sorprenderemos? ¿Nos parecerá increíble? Al final sólo quedan como viejas mentirosas. Nada más, nada menos.

Desconfío de todas las mujeres de 29, 39 y 49. Ahí se quedan muchas, mintiéndole a la humanidad, repitiéndose por varios años una mentira que a nadie en el mundo le importa más que a ellas.

¡Y se ofenden! Si uno revela su edad, la dice en público, la descubre por accidente o la adivina. Lanzan una mirada de odio, como si hubiéramos develado el secreto más oscuro, una infidelidad o su clave bancaria.

Es increíble que a una mujer se le dañe el día porque alguien le recuerde que tiene 43 años, al anotar que no pudo haber tenido a su hija de 25 a los 12 años, como nos pretende hacer creer. Hay cosas que, como los senos y las nalgas, se caen de su peso.

Hace pocos días tuve la siguiente conversación con un grupo de mujeres:

- ¿Cuántos años tienes?-, me preguntó una.
- 32, ¿y tú? Cumpliste 40 hace poco, ¿verdad?-, dije.
- Sí, no tenías que recordarlo. Llegué al cuarto piso-.
- En realidad, llegaste al quinto-.
- ¿Al quinto?-.
- Sí. De los 0 a los 10 es el primero; de los 11 a los 20, el segundo; de los 21 a los 30, el tercero; de los 31 a los 40, el cuarto, y de los 41 a los 50, el quinto. Llegaste al quinto piso.
- Bueno, en ese caso me falta un año. Tengo 40-.
- No, tienes más. El año 40 fue el que viviste entre tu cumpleaños 39 y tu cumpleaños 40. En realidad, tú tienes más de 40 años-.

No me dirigió la palabra en horas.

No se hacen más jóvenes, señoras. Aunque se vean divinas, estén en su mejor momento, se vean como hace diez años, se vistan como sus hijas, vayan al gimnasio, hagan zumba y se sientan radiantes. Igual, se van a morir. Y al final, embalsamadas y maquilladas, lloraremos y enterraremos sus cuerpos tonificados, para que los gusanos no dejen más que la silicona de sus pechos, esos de los que alguna vez hicieron tanto alarde.