Nos volvemos
viejos. Todos. Diariamente nos acercamos al último de nuestros días. Con
respecto a ayer, hoy todos estamos un día más cercanos a la muerte, y nunca
hemos estado tan cerca de la muerte como hoy.
Muchas personas,
sobre todo mujeres, luchan contra esta inevitable verdad, e intentan con todas sus
fuerzas que el paso del tiempo merme sus estragos. Pero no importa cuánto se esfuercen,
es una batalla larga que nunca nadie ha ganado.
Debajo de esos galones de crema para las arrugas,
de esos miles de dólares invertidos en productos de belleza o de esas costosas
cirugías estéticas, sigue viviendo la misma cuarentona o cincuentona con ínfulas
de treintañera.
Porque no se es cuarentañera,
no señor. Quinceañera, veinteañera, treintañera y ¡pum!, cuarentona. El salto
es amargo y cruel.
“Los 40 son los
nuevos 30”, dicen algunas. “No, no lo son. Son los 40”, les contesto, con la rotunda
verdad.
“A una mujer no
se le pregunta la edad”, dicen, creyendo que la ignorancia es el paraíso. ¿Qué
creen que va a pasar cuando nos enteremos de su verdadera edad? ¿Nos sorprenderemos?
¿Nos parecerá increíble? Al final sólo quedan como viejas mentirosas. Nada más,
nada menos.
Desconfío de
todas las mujeres de 29, 39 y 49. Ahí se quedan muchas, mintiéndole a la
humanidad, repitiéndose por varios años una mentira que a nadie en el mundo le
importa más que a ellas.
¡Y se ofenden! Si
uno revela su edad, la dice en público, la descubre por accidente o la adivina.
Lanzan una mirada de odio, como si hubiéramos develado el secreto más oscuro, una infidelidad o su
clave bancaria.
Es increíble que
a una mujer se le dañe el día porque alguien le recuerde que tiene 43 años,
al anotar que no pudo haber tenido a su hija de 25 a los
12 años, como nos pretende hacer creer. Hay cosas que, como los senos y las nalgas,
se caen de su peso.
Hace pocos días
tuve la siguiente conversación con un grupo de mujeres:
- ¿Cuántos
años tienes?-, me preguntó una.
- 32,
¿y tú? Cumpliste 40 hace poco, ¿verdad?-, dije.
- Sí,
no tenías que recordarlo. Llegué al cuarto piso-.
- En
realidad, llegaste al quinto-.
- ¿Al
quinto?-.
- Sí. De
los 0 a los 10 es el primero; de los 11 a los 20, el segundo; de los 21 a los
30, el tercero; de los 31 a los 40, el cuarto, y de los 41 a los 50, el quinto.
Llegaste al quinto piso.
- Bueno,
en ese caso me falta un año. Tengo 40-.
- No,
tienes más. El año 40 fue el que viviste entre tu cumpleaños 39 y tu cumpleaños
40. En realidad, tú tienes más de 40 años-.
No me dirigió la
palabra en horas.
No se hacen más
jóvenes, señoras. Aunque se vean divinas, estén en su mejor momento, se vean
como hace diez años, se vistan como sus hijas, vayan al gimnasio, hagan zumba y
se sientan radiantes. Igual, se van a morir. Y al final, embalsamadas y
maquilladas, lloraremos y enterraremos sus cuerpos tonificados, para que los
gusanos no dejen más que la silicona de sus pechos, esos de los que alguna vez
hicieron tanto alarde.