- ¿Se acuerda
de Rojas?
- ¿Cuál
Rojas?
- El profesor
de la universidad.
- Claro que
me acuerdo. Viejo desgraciado.
- Se murió.
- ¡¿Se murió?!
- Sí, se murió.
Rojas había
sido la pesadilla de los dos en la facultad. Andrés había perdido dos materias
con él. Yo, una. Al final de la carrera nos lo asignaron a los dos como asesor
de tesis y nos devolvió el documento final al menos cinco veces.
- ¿En serio?
No le creo. ¿Estaba enfermo?
- No. Me
dicen que fue un infarto.
- ¿Y sufrió?
- No.
Fulminante.
- Bueno. Al
menos eso.
- Sí, pero
igual no estaba tan viejo.
- Qué pena.
Su demora
en el tratamiento de la tesis nos valió un semestre de más. El grado se
postergó y tuvimos que cancelar innumerables planes, personales y
profesionales.
- ¡Cómo
sufrimos con ese señor!
- Sí.
- ¿Se acuerda
cuando le gritó en frente de todo el mundo?
- ¡Claro que
me acuerdo! Viejo cafre.
Era
reconocido como un bastión de la imparcialidad periodística. Sus clases eran
legendarias por su contenido analítico, largas y densas lecturas y exámenes con
preguntas imposibles de descifrar. No era extraño encontrar en sus clases
estudiantes en su cuarto o quinto intento por aprobar.
- Yo me
acuerdo mucho de cuando nos hacía ir a su oficina y esperarlo toda la tarde.
- Sí.
Y al final se asomaba y decía “esa tesis no sirve. Vuelvan a hacerla”.
- O cuando no
nos dejaba entrar a clase porque llegábamos 30 segundos tarde.
- Mucho
desgraciado. Es que me acuerdo y me da mal genio.
La
frustración era generalizada. Aunque algunos lograron aprobar sin
inconvenientes, la mayoría lo recuerda como un hombre metódico, malgeniado e
indoblegable. Dictaba clases relacionadas con ética, valores, responsabilidad
periodística e imparcialidad.
- Pero bueno,
no deberíamos hablar mal de él. No hay muerto malo.
- Aunqueeeee…
fieles a su enseñanza no deberíamos dejarnos llevar por las circunstancias.
- ¿Cómo así?
- Bueno,
siendo imparciales, como él hubiera querido que fuéramos, deberíamos juzgarlo
por sus acciones y no por el hecho de haber muerto.
- Es cierto.
Decir que fue un buen tipo sería decir que fue un mal profesor en su campo predilecto:
El reportaje veraz.
- Y no
podemos permitir que se manche el nombre del mayor bastión de la facultad.
- No hay
mejor forma de agradecerle al profe Rojas sus enseñanzas que gritando a viva
voz lo cabrón que fue.
Reímos
recordando las clases que perdimos y la tesis que casi no nos recibió la última
vez.
- Pero qué
pesar que se murió
- Ah, sí. Eso
sí. Qué embarrada.
- Pero era un
cabrón, el viejo.
- Sí. Viejo cafre.