Tuesday, December 22, 2009


Fuentecilla que corre, clara y sonora
 

Creo que los villancicos son la única costumbre navideña relegada al último mes del año (como debe ser). Podríamos decir lo mismo del árbol, el pesebre y los regalos, pero los centros comerciales “visten” sus estanterías de rojo y verde desde mediados de noviembre, y muchos padres instan a sus hijos a escribirle la carta al Niño Dios desde octubre, para clasificar a las promociones de fin de colección de Pepe Ganga.

Con los villancicos no pasa lo mismo. Nadie canta un villancico en noviembre o en enero.

Esa es una de las razones por las que los considero verdaderamente tradicionales. Es más, si lo pienso con detenimiento, constituyen uno de los estandartes de la tradición oral popular.

En mis primeros años, cuando me aprendí los villancicos de memoria (junto con el benignísimo Dios de infinita caridad, el soberana María, el ¡Oh! santísimo José y el acordaos ¡oh! dulcísimo niño Jesús), compartí con mi familia las primeras instancias de esa tradición oral.

Años después, cuando comencé a rezar la novena con mis amigos y compañeros del colegio (¡qué oso cantar el ven, ven, ven!), descubrí que ellos también conocían los villancicos típicos: Antón tiruriruriru, Tutaina tuturumá, A la nanita nana, El tamborilero y El burrito sabanero.

Y pare de contar. Las avecillas, a Belén pastores y Noche de paz no valen, porque todos conocen sólo uno o dos versos.

Claro está que los villancicos son una tradición oral incompleta, porque sólo nos sabemos el coro y la primera estrofa de cada uno. La tercera estrofa de A la nanita nana es: “Pajaritos y fuentes, auras y brisas; respetad ese sueño y esas sonrisas; callad mientras la cuna se balancea; que el niño está soñando, bendito sea”. ¿Quién se sabe eso?

Nunca supimos lo que significaban nuestros villancicos / trabalenguas, aunque personalmente tengo una teoría con respecto a “A la nanita nana”:

Este vocablo constituye la involución de un llamado en el se invita a un sujeto indeterminado a abordar una doncella (Adriana). Probablemente, en el verso original la preposición “a” era reemplazada por “hacia”, al tiempo que el “ea” constituye una interjección, o expresión de júbilo e impresión súbita, y bien podría suplirse por “huy”, “epa” o “guay”. Adicionalmente, nos dirigimos a la doncella por su nombre de pila más el artículo femenino, ejercicio propio de los sectores populares. Así, no será “Adriana”, sino “la Adriana”.

Si estoy en lo cierto (lo cual creo bien probable), el coro original de nuestro tradicional villancico sería:

Hacia la Adrianita, Adriana;
Adrianita, Adriana;
Adrianita, ¡guay!
Mi Jesús tiene sueño,
bendito sea, bendito sea.

3 comments:

Pilar Londoño said...

Me gusta muchísimo tu completo análisis semántico de ese popular y a la vez enigmático villancico.

Anonymous said...

Es más fácil cantarlo con mi nombre y no necesita mucho análisis:
Jana Janita Jana
Janita Jana Janita ea
la niña tiene sueño
bendito sea, bendito sea
:)

Anonymous said...

a decir verdad esa cancion ni es un villancico, esa era una canción que cantaban las abuelas o "nanas" ... (o Nonnas) ... para dormir a los niños, es una canción de cuna muy vieja, solo que le agragaron el "Mi Jesus tiene sueño", eso era "mi niño (o mi niña) tiene sueño"...
mmm .... la adoptaron para .. dormir al niño Jesús???....

Buena nota, att. Crisol