Friday, August 18, 2006


La culinaria revolucionaria en Bogotá... mendigando estilo

Nada es más importante en Bogotá que el reconocimiento público. Éste se adquiere, en parte, cuando se llega a un estatus por encima del capitalino promedio.

Sin importar el círculo en el que se mueva, una persona será juzgada por su carro, trabajo, sueldo, ropa, los lugares nocturnos que frecuenta y restaurantes que visita.

Alrededor de estos últimos existe una sociedad obsesionada con engullir las últimas modas de la alta cocina internacional.

En mi afán por encontrar una ecuación que sustente la volátil permanencia de los sabores en los paladares bogotanos, encontré la fórmula que un día les produce orgasmos bucales y al siguiente ocasiona trastornos estomacales.

La fórmula en realidad es bastante simple: Los sabores agradables pierden su esencia cuando caen al bajo mundo de la comida rápida.

Hagamos un recuento. Hasta hace unos años la salsa tártara era la hija consentida de la cocina. Se conseguía en el mercado en presentaciones espectaculares y era el acompañante ideal de una ensalada de zanahorias baby y brócoli al vapor. Cuando cayó al nivel del perro caliente, perdió su encanto.

Su trono fue ocupado por la salsa teriyaki, que acompañó fielmente al pollo a la plancha hasta que aterrizó en la pizza de barrio.

En la actualidad, el vinagre balsámico gobierna con aparente trascendencia. Supongo que es cuestión de tiempo para que en los carritos de hamburguesas toque gritar “eso, mami, échele bastante de la balsámica que es finísima”.

En dado caso, los capitalinos, que tanto estilo mendigan, se inclinarán por aceite de pezuña de caballito de mar albino o por jugo de laringe de koala siamés prematuro.

El tiempo lo dirá.

Wednesday, August 16, 2006


Responsabilidad social... mendigando reconocimiento público

“¿Me regala para un pan?” es el lugar de las teorías sin valor. Por eso, es el mejor espacio para publicar la percepción de algunas empresas sobre la Responsabilidad Social Empresarial.

Este tema, tan de moda en las empresas colombianas, es en realidad la oportunidad que tienen las organizaciones para mostrarle al mundo que sí les importa lo que pasa a su alrededor.

Aplaudo iniciativas ecológicas, de educación para los menos favorecidos, de bienestar social en barrios como Ciudad Bolívar (Bogotá), de formación universitaria para los más pobres. Las aplaudo de pie porque eso es ser socialmente responsable y no hay otra forma de serlo.

Dejémonos de discursos de a peso. Dejemos de decir que somos socialmente responsables al cumplir obligaciones con nuestros trabajadores, accionistas, proveedores y el Estado.

¡Eso no es responsabilidad social! A los trabajadores les TIENE que pagar por su labor. A los accionistas les TIENE que mostrar resultados. Con sus proveedores TIENE que hacer negociaciones y al Estado le TIENE que pagar los impuestos que le corresponden.

Si deja de hacer alguno de los anteriores, su empresa no funciona. No venga a gritar a los cuatro vientos que es socialmente responsable porque paga impuestos y no sea tan desvergonzado de publicarlo. ¡Esa es su obligación, no sea descarado!

Deje de mendigar reconocimiento apareciendo en los medios de comunicación con frases como “Pagamos a tiempo a nuestros empleados. Eso es responsabilidad social”. ¡Mentiroso!, esa sí es su responsabilidad, pero no social.

El tema no es tan difícil. Señor empresario, ¿quiere ser socialmente responsable? Le tengo la fórmula: SEA RESPONSABLE CON LA SOCIEDAD. Haga acciones que sirvan a la comunidad y que no estén relacionadas con su negocio.

Haga como Meals, que tiene fundación (Cream Helado) para ayudar a los menos favorecidos y no se gana un peso por ese concepto.

Haga como Suramericana, que tiene un programa para dar trabajo y capacitación a los reinsertados y cree en la gente dándole una segunda oportunidad.

Haga como Sofasa, que dona dinero a fundaciones y NO LO PUBLICA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.

Haga como se le dé la gana, pero haga algo por la sociedad. Le cambio sus discursos insulsos por acciones reales... y verá que el reconocimiento que mendiga llegará solito.

Tuesday, August 15, 2006


La piña no es una fruta

La naturaleza en su infinita sabiduría ha dotado a sus hijos de elementos tácticos y estratégicos de defensa y ataque que garanticen en buena medida su supervivencia dentro del ambiente en que se mueven.

Algunos se vieron beneficiados con aditamentos de ataque, como garras, velocidad, elementos distractores, etc. Otros están dotados de elementos de defensa como la capacidad de producir toxinas, camuflaje, etc.

Por ejemplo, algunas mariposas saben horrible. Estas mariposas usan ese mecanismo de defensa advirtiendo a los pájaros, como diciéndoles "ole, pilas, no me pueden comer, ¡porque se joden!". Los pájaros lo saben, y por eso NO SE LAS COMEN.

La piña ha desarrollado algo similar. Tiene la capacidad de cercenar la lengua de quien la prueba. Es su mecanismo de defensa, su forma de decirle al hombre "hermano, no me coma, no sea bruto, ¿no ve que se corta?" El hombre lo sabe y, aún así, SE LA COME.

La piña fue creada por Dios para decorar ensaladas y ser servida como coctelera natural. El hombre, en su infinita ignorancia, optó por tragarla. Craso error.

Refugiándose en los suplementos vitamínicos implícitos, el ser humano ve justificada su ingesta de "alimentos", cuando básicamente cualquier pendejada del medio ambiente tiene vitaminas o proteínas.

"Tómese un jugo de piña, eso es buenísimo para las amibas"... Básicamente el efecto podría ser similar a un licuado de hormigas, un batido de pasto común o una vacanal de hojas de parra. La naturaleza ofrece un abanico de pendejadas por las que el hombre puede optar para nutrirse.

En resumen el hombre está en capacidad de comer cualquier cosa... Pero no, tiene que elegir la hijueputa piña.