Tuesday, January 26, 2010



Teoría de la transformación física por fluctuaciones ambientales
 
La piscina es el terror de algunas mujeres. En la víspera de un viaje, las “niñas” duran semanas haciendo la dieta de la piña para lucir un cuerpo espectacular y ponerse un bikini que no desperdigue sus carnes y las exponga a los ojos del vulgo.

¡Qué dirán los Pombo! ¡Qué dirán los De Brigard!

Los hombres solemos prestar menos atención al tema. No nos fijamos en la barriga ajena, precisamente porque estamos deleitándonos con los resultados de las dietas femeninas.

Tristemente, concentrarse en perfeccionar el aspecto físico nunca arroja un buen balance al final del paseo. ¿Cuántas veces la niña de cuerpo divino se la pasa achicharrándose, desparramada al lado de la piscina, y se pierde de la rumba? Es el caso típico de la que vuelve a Bogotá soltera, sobria y bronceada.

Algunos individuos, por el contrario, no se esfuerzan lo más mínimo por verse bonitos en el paseo y, por circunstancias desconocidas, su pereza los hace espectaculares. Son personas que se ven bonitas en tierra caliente, sin razón ni esfuerzo aparente.

El pelo se les encrespa y les queda perfecto. Salen menos de cinco minutos al sol y lucen por meses un color de piel entre caramelo y canela. Les salen pecas en los hombros, no se les mueve un solo músculo al contacto con el agua, las gafas se les ven divinas y cualquier pareo improvisado les queda espectacular.

También funciona al contrario. Hay personas que se ven feas en tierra caliente, aunque trabajen por lograr la impresión contraria. Se esfuerzan por meses para llamar la atención en un paseo, pero con el menor cambio de temperatura se tornan horribles.

He visto mujeres pasar días enteros al sol, para terminar con un bronceado disparejo y mareado. Las he visto untarse Coca Cola, cerveza, zanahoria, menjurjes caseros y bronceadores carísimos, para quedar exhibiendo ampollas multicolores.

Las he visto cargar una maleta llena de productos para cuidarse el pelo, para ganar brillo con el sol y para evitar la horquilla, pero se bajan del carro y quedan como uno de los Jackson Five. Las he visto organizar en las asoleadoras salidas de baño, toallas exfoliantes y sombreros de paja tejidos a mano, pero cuando caminan al lado de la piscina arrastran chancla y se les mueve todo, menos el pelo.

No crean que hago este post a manera de burla, porque me siento incluido en el grupo de los dolientes. Yo también me veo horrible en tierra caliente.

Soy blanco como una cartulina, me pongo rojo al contacto con el sol, sudo hasta en la ducha y se me irritan los ojos por el cloro de la piscina, aunque meta sólo los pies.

Además, la nariz y el bigote se me llenan de perlas de sudor (sin importar la hora del día o de la madrugada) y lo peor es que mi problema de motricidad me impide esparcirme el bloqueador por completo. En las fotos salgo colorado, húmedo y parchudo.

¡Qué dirán los Urrutia!

Friday, January 22, 2010



Teoría de sobreoferta de alternativas en los bienes de consumo
 

La diversificación es uno de los factores de éxito de un producto. Por eso hay muchos sabores de una misma marca, para que el consumidor se embelece y no tenga la oportunidad de decir que no. Si el señor no quiere de naranja, se le tiene de mora. Si no quiere de mora, se le tiene de uva.

¿Han visto cuántos sabores de refresco en polvo son variaciones de Naranyá? Mangoyá, Guayabayá, Fresayá, Morayá, Luloyá, Uvayá, Maracuyá (debería ser Maracuyayá). Se les están acabando las frutas populares. A este paso tendrán que recurrir a una línea criolla, con Pitayayá, Nisperoyá, Uchuvayá y Guamayá, o a una edición gourmet, con Lycheeyá, Blueberryyá, Noniyá y Mangostinoyá.

Esa diversidad me aterra. Hay frutas que son horribles en su estado natural, en jugo, en papilla, en polvo… “Pero no nos podemos detener”, pensarán los creativos de mercadeo, “porque la innovación es una demanda constante”.

Ese afán de atraer al cliente ha llevado a algunas marcas a ofrecer productos con sabores y olores que no deberían estar en una góndola de supermercado.

Seguimos esperando la comida para gatos con sabor a ratón, un producto perfectamente válido. Pero, en su lugar, la comida para gatos ahora viene con sabor a hígado de ternera, lo que resulta perfectamente lógico si pensamos en los mininos que vagan por las praderas cazando becerros para extraerles los órganos.

O la comida para perros con forma de huesitos. ¿En serio creen que los engañamos con eso?

Mi favorito es el ambientador con olor a bebé. ¡Sí señor, olor a bebé! No me lo estoy inventando, lo vi en un supermercado y lo compré hace un par de años.

Siempre quise que algún visitante lo usara y dejara la casa hediendo a guardería, ante la mirada sospechosa de los presentes. ¡Pero tranquilos!, no fue una emergencia intestinal. Acabo de atender un parto en el lavamanos.

¿De dónde sacan el olor a bebé? Porque el olor a pino lo sacan del pino, y el olor a orquídeas lo sacan de las orquídeas.

Tal vez mojan infantes, los ponen a escurrir y envasan el remanente. En ese caso deberían poner en la etiqueta: “Respire tranquilo. Ningún bebé fue herido en la obtención del aroma que usted disfruta”.

Tuesday, January 19, 2010


“¡Us-ted no me vio a-cá! ¿Estamos?”
 

Las zonas de rumba en Bogotá son diversas. Hay rumba para todo el mundo y todo el mundo tiene derecho a rumbear.

Algunas áreas son reconocidas por ser exclusivas (como la Zona T, la Zona G y el Parque de la 93) y por albergar algunos de los bares y restaurantes de moda.

No son sitios para todo el mundo, y por eso muchos locales se reservan el derecho de admisión y permanencia. Esto significa, entre líneas: “decidimos quién entra y cuándo sale”. La diatriba limita la capacidad de escogencia del comensal a la carta, que en ocasiones es una real barbaridad. Recuerdo que vi en una carta de licores que una botella de aguardiente costaba más de 120 mil pesos. Me da guayabo cuando me acuerdo.

En cuanto al derecho de admisión, el filtro es el portero. ¡Es increíble que el filtro sea el portero! Este señor, cuya mayor habilidad profesional es tener un tamaño descomunal, es el encargado de decidir si una persona entra o no entra. Por supuesto, su amplísima experiencia en denominación de perfiles y catalogación demográfica resulta insuficiente cuando se le paran en frente una mujer con clase y una modelo reparada. Como cuando se le entregan dos bananos a un chimpancé con una sola mano libre, no sabe qué hacer.

Al final, lo más hilarante de estas fortalezas impenetrables es su seguridad escalonada. Al menos yo lo encuentro graciosísimo. Si un individuo recibe la bendición del portero puede pasar al segundo filtro. Luego al tercero. Luego a la requisa. Y así, de a poquitos, se va llegando a la barra.

Claro que también hay sitios más flexibles. Sectores como la Calle 82, la Macarena, la Candelaria y la Avenida 19 no tienen tantos parágrafos y letra chiquita al ingreso. Y si usted quiere ir a rumbear como sea, donde sea y vestido como se le dé la gana, siempre encontrará las puertas abiertas en Galerías, el centro comercial Nutabes y cuadra picha.

Para que se ubique, cuadra picha queda en la Avenida Primero de Mayo.

Por lo que tengo entendido, tiene bares de todo tipo y a buenos precios, pero uno nunca se encuentra con nadie de la oficina, ni de la universidad, ni de ningún lado. Precisamente por esta razón, cuadra picha es una zona ideal para ventilar los amores clandestinos que no se pueden llevar a la Zona T o al Parque de la 93.

Esa jovencita que usted quiere (a la que le dice te amo) pero que nunca se la mostrará a sus amigos y mucho menos se la presentará a su mamá, la llevará a la Primero de Mayo con total tranquilidad, seguro de que no se encontrará con nadie… y si se encuentra con algún amigo, fresco, que él está en su mismo plan.

Tuesday, January 12, 2010


Las vacaciones y la piscina
 

Para los bogotanos la temporada de vacaciones debería llamarse temporada baja, y no alta, porque todos abandonan la meseta y “bajan” a tierra caliente.

En temporada de vacaciones muchos se van de paseo. Los más solventes viajan comúnmente a la costa atlántica o al extranjero, mientras que los más endeudados visitamos poblaciones en las inmediaciones del casco urbano. Los más pudientes se van a sus fincas y los más pobres los acompañamos. Y listo, eso resume a grandes rasgos las vacaciones de muchos.

Hace una década salir de paseo era toda una aventura, máxime por la incertidumbre que generaba el hotel al que se llegaba. Nunca sabíamos a qué hotel íbamos, porque en ese entonces nadie reservaba habitaciones.

Claro que en nuestra infancia no sabíamos interpretar las señales de nuestros padres al volante. Pero si pudiéramos retroceder el tiempo apreciaríamos la angustia que los consumía a medida que el sol se ocultaba: “¡Dónde carajos nos vamos a quedar!”. Nosotros no nos enterábamos de su ansiedad, y nos limitábamos a jugar con los puntos de referencia en al carretera y los colores y las placas de los carros.

Al final encontrábamos habitación. Nunca se ocupó en su totalidad la capacidad hotelera de Melgar o Girardot. Nosotros teníamos clarísimo que si salíamos a las 8:00 a.m. de Bogotá, a las 11:00 estábamos en la piscina. Por eso nos llevábamos la pantaloneta de baño debajo del pantalón.

¡Ah!... la piscina. En nuestros primeros años poco nos importaba la lagartija en el baño, la temperatura de la habitación o la cobija motosa. El único factor clave era la piscina. Un buen hotel era el que tenía una buena piscina. Punto, no hay que darle más vueltas al asunto.

En ese entonces nos conformábamos con cualquier hueco lleno de agua, y un trampolín o un rodadero eran lujos inimaginables. Hoy, por el contrario, logramos identificar con más claridad las malas piscinas, porque cumplen con uno o más de los siguientes puntos.

Este es un listado de las situaciones y características con las que cumplen las piscinas que no se deben visitar. No es un Top 10, porque no hay una más aterradora que las demás. Todas son igual de censurables:

1. Rana muerta en las escaleras.
2. Fondo blandito al tacto.
3. Los carros en reversa, contra la piscina, con el baúl abierto y la música a todo volumen.
4. La señora que lleva al niño a que haga sus necesidades fisiológicas en algún arbusto cercano.
5. Cambio sospechoso de la temperatura del agua, con cálidas corrientes esporádicas.
6. Índice superior a una persona por metro cuadrado de superficie de la piscina.
7. Vestidos de baño mojados, puestos al sol en los árboles aledaños.
8. Niños corriendo desnudos alrededor de la piscina.
9. El señor bajando mangos biches de los árboles cercanos, picándolos y comiéndoselos con sal.
10. La señora que se ducha al lado de la piscina… con jabón y champú.

Tuesday, January 05, 2010


Teoría de la tuza superable por mérito ajeno
 

Escribo este post por sugerencia de un amigo. Y lo hago en segunda persona del singular (tú). Por si las moscas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y las situaciones aquí descritas son producto de la ficción. No tienen nada que ver con la tuza de Mauro Lozano.

Estoy convencido de que los amores imposibles, (idílicos, “platónicos”) no se superan por mérito propio. No hay autoconvencimiento que venza a la traga maluca, ni ayuda psicológica que cierre ese ciclo.

Eso pasa porque los enamoramientos unilaterales no tienen peleas, reconciliaciones, malos días o buenos momentos. Son constantes hasta que se haga una declaración abierta de intenciones, caso en el que dejan de ser idílicos y redundan casi siempre en rechazos.

Así es, mi querido lector. Esa persona que te encanta te seguirá robando el sueño mientras la idolatras desde el rincón, en un silencio sepulcral. Y no hay nada que se pueda hacer al respecto.

Al menos no hay nada que uno, en calidad de enamorado (señorita Laura), pueda hacer.

El poder lo tiene ella, la ignorante, la que desconoce la cantidad de veces que te has empujado un aguardiente a su salud. ¡Salud!

La traga maluca se vence cuando esa persona baja del Olimpo, pone los pies en la tierra y abandona su carácter divino, arrumándose al nivel de los mortales. Normalmente, esto ocurre cuando comienza a salir con alguien.

En dado caso, podrá salir con un individuo mucho mejor que tú. Si eso pasa, siento decírtelo, la traga no desaparecerá. Por el contrario, aumentará exponencialmente en la medida en que el nuevo novio se acerque a la perfección, y florecerán los latigazos autoinfringidos:

“¡Obvio que nunca va a estar conmigo! ¿Ya vio el tipo con el que sale?”.

PERO (en mayúsculas), si el tipo con el que sale es feo, grosero o arrabalero, automáticamente la traga experimentará un proceso de desaceleración constante y el latigazo será reemplazado por un baldado de agua fría:

“No puedo creer que me gustara esa vieja. ¡Vea el tipo con el que anda!”.

En sus manos encomienda tu espíritu. Rézale a tu adorada diosa para que deje de serlo, porque en su futuro novio yacen tu paz o tu perdición.

Moraleja para romper el hielo del trascendentalismo:
Si una mujer bonita se cuadra con un paletero de trancón, automáticamente comenzará a verse como una almojabanera de peaje.