Wednesday, January 19, 2011

Las reglas de la casa

Hace poco jugué Clue por primera vez. Ese juego en el que hay que resolver un asesinato descubriendo la identidad del perpetrador, el lugar del hecho y el arma homicida. ¡Me gustó! Es entretenido. Pero más que el juego me llamaron la atención las peleas de mi familia, pues, como en todo juego de mesa, cada quien tiene sus propias reglas.

  - Si ya estás en una habitación con el que convocaste no puede entrar nadie más. Tienes que esperarte -, gritaba mi prima golpeando su ficha contra el tablero.
  - ¡Claro que no!, pueden estar tantas fichas como quieran -, contestaba su esposo, moviendo la suya (su ficha).

Por eso lo más sensato antes de comenzar un juego, sin importar qué tan popular o simple sea, es preguntar sinceramente: “Bueno, ¿ustedes cómo juegan esta vaina?”.

La falta de claridad en los juegos se debe en buena medida a que nadie lee las instrucciones. El librito únicamente se saca de la caja cuando una pelea se está saliendo de control. Y ni siquiera en esos casos se le hace caso al texto (Bueno, ya sabemos para la próxima, pero por hoy terminemos de jugar así).

Mi familia tiene reglas particulares, pero nada como las que se inventan jugando parqués. A un juego tan simple le sacaron dos ramificaciones: Soplar y talar.

Soplar consiste básicamente en acusar a alguien. Cuando un jugador tiene la posibilidad de comerse a un contrario y enviarlo a la cárcel, pero no lo hace, un sapo salta al final del turno, grita “soplo”, toma la ficha y la envía al calabozo, ante la mirada de odio del despistado.

Talar es más complicado. Cuando la sumatoria de los dados es igual al número de casillas que una ficha debe recorrer para llegar a un seguro, el jugador dice “talo”, pone la ficha en el seguro y vuelve a lanzar, como si sacara un par.

Jugar parqués en mi casa era supremamente ágil. Nadie hablaba de ninguna cosa. Lo único que se oía era algo así:

  - Seis. Talo. Siete. Talo. Cuatro. Dele.
  - Once. Talo. Dos. Talo. Ocho. Dele.
  - ¡Soplo! Por bruto.
  - Pero le vuelvo a dar porque saqué par.

Era como seguir la final de un partido de pingpong.

Uno de los juegos con mayor número de reglas familiares es Monopolio. En mis años de experiencia me he encontrado con afirmaciones rarísimas.

  - Cuando ya estás poniendo casas y hoteles y pasas por la salida, no te dan $200, sino $500 -, me dijo una exnovia alguna vez, digamos que se llama María, sacudiéndome en la cara el billete naranja de $500.
  - Eso no es verdad -, dije sonriendo.
  - ¡Sí es verdad! Y si quieres puedes volver a hipotecar una propiedad hipotecada. El banco te da más plata, pero la tienes que poner debajo del tablero.
  - María, eso tampoco es verdad -, le contesté, riendo con fuerza.

Creo que fue ese día cuando conocí la regla del ahorro exagerado.

 - Cuando alguien paga cualquier cosa, una multa, servicios públicos o impuestos, la plata se pone debajo del tablero. Y se la gana el que caiga en la esquina del parqueadero gratis -, me explicó, con voz lenta y didáctica.
  - ¿Qué? Eso no tiene ningún sentido -, le contesté, incrédulo.
  - ¡Claro que sí!
  - ¿Por qué te van a pagar por ir a un parqueadero gratuito? ¿Y por qué te van a dar la plata de los impuestos y de los servicios públicos? Eso se va para el banco. Tú no sabes jugar Monopolio.

Nunca le di la razón, pero para sorpresa mía me encontré con esa regla años después. Al parecer, mi casa era el único lugar donde no se jugaba así.

Ese ahorro exagerado es entretenido, porque cuando el juego está por terminarse el más pobre del tablero cae en el parqueadero y se lleva una montaña de billetes, que dura varios minutos en organizar ascendentemente. Pero la regla también es odiosa, porque vuelve más largo un juego que de por sí es eterno.

¿O me van a decir que siempre que juegan Monopolio terminan la partida?

1 comment:

Carlos Silva said...

Amigo y que me dice de las reglas de Risk donde Peto???? 6 horas jugando esa joda y nunca acabamos!!!
Pero las mejores reglas son las suyas jugando Ruta. Desgraciado!!!! jajjajajajajajaaja