Este blog
fue creado en agosto de 2006, como un ejercicio sin miramientos, después de un
almuerzo con ínfulas literarias. Y se quedó ahí, en la terapia sin rigor. He
visto con alegría cómo algunos más versados en la palabra crecen, ganas
seguidores, se mueven en las redes sociales y se hacen a un espacio en la
prensa. Los llaman de los periódicos y se vuelven columnistas en el papel. A mí
no. A mí me falta mucha cancha.
He visto lectores
esperar por sus columnas, y esa tiene que ser una felicidad muy grande para
quien escribe con asiduidad. He visto a esos columnistas relevar a las plumas más
tradicionales, que entregaron por décadas sus columnas a máquina y nunca firmarán
sus letras con sus cuentas de twitter, porque se niegan a abrirlas.
Por eso,
porque conozco su rigor, me duele encontrar publicaciones de renombre que les
abren espacios a personas que no escriben bien. La página editorial de un
diario solía ser un espacio de eruditos, las voces más sagaces y lúcidas, la
verdadera opinión pública. Ahora no. Ahora al análisis del exministro y académico
de renombre le hace la segunda una anécdota sobre el concierto de One Direction del domingo.
¿En serio,
señorita? ¿Usted tiene una columna? ¡Pero si yo la conozco! ¡Sé cómo escribe! Conozco
algunas de sus capacidades y muchas de sus carencias. ¿Ah sí? No me diga. ¿Le
ofrecieron un espacio? Ah, claro. Es por su capacidad de influencia. Su nombre
llama al clic.
Y el clic
lleva a cinco párrafos con una historia mal contada, una salida con las amigas
a rumbear, la cagada del exnovio o un conflicto en el trabajo. Claro que son
las columnas que más se comparten en las redes sociales, porque todo el mundo
quiere saber cómo bajar cinco libras ¡YA!, y no cuál es la relevancia del
fracking en el subsuelo colombiano.
Claro, ganan
los buenos. Es maravilloso encontrárselos en el mar de memes que son las redes sociales: En Miami, he visto a un amigo
argentino compartir en facebook columnas de El Colombiano de Alberto Salcedo
Ramos; un venezolano me preguntó si conocía a un señor Ricardo Silva Romero, “muy
bueno él”, y un paisa de visita me preguntó si acá leen la columna de
Rosa Montero, de El País.
Es una
delicia ver el rigor de una columna de Daniel Coronell, aunque uno no esté de acuerdo en
una palabra con él. Y no es que espere religiosamente a Constaín, Molano o Caballero,
pero si me tropiezo con sus letras, porque algún sensato tuvo la deferencia de
compartirlas en facebook o twitter, dejo lo que esté haciendo y las leo.
2 comments:
Eres el mejor. :)
Bueno pues nunca lo había leído a usted y la verdad fue una grata sorpresa. Escribe bien. Y así como soy asiduo lector de Ricardo Silva, Juanes pero Constaín, Salud, mi exprofe Natalia Springer y Alberto Salcedo, voy a seguir leyéndolo a usted. Cuando se escribe bien todos los textos valen la pena, de algún modo.Y el suyo la vale. Saludos desde Duitama.
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