Wednesday, October 21, 2009




Ludo-flora (Vegetalus Divertitis)

“De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás” (Mi mamá 2:17)

Hace poco más de una década, en un parque de barrio se podía organizar un partido de fútbol en el que los arcos, las líneas divisorias y hasta el punto medio de la cancha eran demarcados por árboles, arbustos y protuberancias en el pasto.

En ese entonces, la flora constituía tanto el parque como los juegos. Todos tratamos de llegar a la copa de algún pino y algunos nos atrevimos a consentir los polluelos de los nidos que creíamos abandonados, condenándolos a la inanición.

Pero lo más llamativo eran las flores y los frutos de los arbustos, porque en las manos de un niño adquirían una connotación lúdica y se transformaban en juguetes de momento.

Mi juguete favorito eran las flores amarillas que antes de hacer eclosión semejaban cápsulas llenas de aire. Al ser arrojadas con fuerza al piso producían pequeñas explosiones, y si se sacudía el árbol y se pisaban rápidamente las cápsulas se conseguía un efecto de ráfaga que alertaba a los vecinos. “¡No me dañen los arbolitos!”

También se podían encontrar algunas flores (¿o frutos?) que reaccionaban ante la presión convirtiéndose en pequeños gusanos verdes. Constituían el sueño de todo niño y la pesadilla de toda niña.

Incluso algunas flores eran manipuladas con fines gaminescos. Innumerables pétalos fueron condenados escurrir saliva en intentos fallidos por aprender a chiflar.

Conocimos el olor de la naturaleza gracias a pequeñas arvejas aplastadas que al ser pisadas despedían un olor ideal para dar por culminado un día de colegio y cerrar la jornada con matrícula condicional.

También arrancamos los pétalos de unas flores cónicas para lamer el fondo de un recipiente lleno de néctar, polen y hasta gusanos. En nuestros experimentos por saborear la flora del parque descubrimos las cerezas silvestres, que se bajaban a balonazos y producían espectaculares dolores de estómago (no vuelvo a-cereza).

Lo único que se nos quedó por las ramas fueron los frutos prohibidos. Esas pepitas amarillas y rojas, coloridas y llenas de semillas blancas, que nuestras mamás tildaron de venenosas. ¡Ese era el árbol del conocimiento y el discernimiento en nuestra infancia!

Me quedé con la duda. Nunca supe de alguien que hubiera probado esos frutos, pero tampoco de alguien que hubiera muerto por hacerlo.

5 comments:

Unknown said...

Que lindos recuerdooooos!!! me encanta tu post!!!
Besos

Unknown said...

Esta muy bueno!! A mi me gustaban las Flores q se soplaban jajaha

Pilar Londoño said...

Yo también me acordé hace unos años de esos frutos "venenosos" y averigüé su nombre: mirto.

¿Te acuerdas de esas flores a las que se les quitaban los pétalos y quedaba un "cucuruchito" que se arrancaba y se usaba como moco?

Un abrazo.

Unknown said...

Juan, tu y yo hablabamos muchas babosadas??? no recuerdo haber tenido una conversacion tan interesante contigo como los post de tu blog.... yo era una imbecil total, o que??? Nunca logre sacar este magnifico humor negro e inteligente en una conversacion entre los dos!!!!!
Tenia tu blog abandonado, porque yo pase varias veces y no posteabas nada, y ahora me encuentro con un monton de escritos increibles. Me encanta como escribes y lo que cuentas... me siento como en casa! es genial!!!
Te mando un abrazo enorme... te sigo leyendo... un beso para S. espero que ya este recuperado de su brazo, totalmente!!!
Besos!

Anonymous said...

E bisto muchas kozas raraz, perro ezta ex la primera bes ke beo una "arbeja".

Asumamos que se trata de una contextualización pueril en los años de primaria, con la "horrografía" a flor de piel. Por lo demás, un buen 'post' para el recuerdo de los que tuvieron infancia.